por Kevin Morán y Violeta Vasquez.
México es, sin duda, un país con gran diversidad cultural, por lo tanto, las tradiciones de los pueblos originarios son muy reconocidas y admiradas tanto en el contexto nacional como internacional. Sin embargo, últimamente esta admiración ha tomado un giro inesperado, en donde la desinformación, la rapidez de la industria, y la globalización han causado que diferentes compañías, diseñadores e incluso artistas piensen que pueden tomar “prestados” algunos símbolos o elementos de los pueblos originarios mexicanos para comercializarlos sin dar crédito a sus autores originales. Y cuando estas situaciones han sido evidenciadas como plagio, los creadores en cuestión encuentran la manera de justificarlo como un medio de “inspiración” u “homenaje.” Pero lo cierto es que esto no debería ser tan subjetivo, en una obra literaria, por ejemplo, cuando un elemento ha sido copiado o parafraseado sin dar crédito al autor, es rápidamente señalado como plagio, entonces, ¿por qué tendríamos que estar tan confundidos en la industria de la moda? En este artículo compararemos el plagio contra la apropiación cultural, reconociendo que son temas estrechamente relacionados, pero no son sinónimos, con el objetivo de despejar la confusión que se ha generado tanto en consumidores como en creativos.
Comencemos por analizar la definición de plagio: conocemos como plagio el acto de copiar, usar o robar ideas, palabras o símbolos sin dar crédito, ya sea monetario o de referencia, al propietario o autor intelectual. En los últimos años, hemos sido testigos de casos muy mediáticos que ejemplifican este fenómeno, como el de la diseñadora francesa Isabel Marant, quien lanzó en una de sus colecciones una blusa con bordados idénticos a los de la comunidad mixe de Tlahuitoltepec. El caso de la marca del grupo Inditex, Zara, también fue muy popular, poniendo a la venta la blusas con los bordados originarios de la comunidad de Aguacatenango, Chiapas. En ambas situaciones, podemos ver que las marcas han tomado elementos que no son de su autoría y los han hecho pasar por diseños propios, por lo que encajan perfectamente en la definición de plagio. Sin embargo, al hacer esto también han afectado de manera negativa el patrimonio cultural de los pueblos originarios, no solo por no dar crédito, sino por trivializar el significado que tiene para la comunidad a la que pertenece.
Como se explicó anteriormente, las comunidades indígenas son minorías racializadas, por lo tanto, es muy común que agentes externos se sientan con la libertad de tomar elementos de su cultura. Pero ¿qué es lo que ha ocasionado que estas marcas sientan que tienen el derecho de usar la iconografía indígena en sus prendas? Y peor aún ¿qué las hace pensar que pueden registrar como diseño suyo? Para responder estas preguntas debemos abrir la conversación hacia un tema muy incómodo, pero necesario, y es que, desde la época de la colonia, las culturas indígenas se han menospreciado y la cultura europea se ha glorificado. Bajo este contexto y desde el punto de vista de la cultura dominante occidental, la artesanía creada por las minorías no está al mismo nivel de las bellas artes y el diseño. Y esta es una de las razones por la cual, al ser acusados de plagio, es fácil que los transgresores utilicen el falso pretexto del “homenaje cultural,” pero siendo completamente honestos, si el objetivo realmente fuera un homenaje, no se priorizaría la comercialización, ni se despojaría al símbolo u objeto de su significado intangible para caer en faltas de respeto y banalización. De ahí la necesidad de identificar a la apropiación cultural como un problema que va mucho más allá del plagio, y en donde la causa raíz recae precisamente en la brecha de desigualdad entre la cultura dominante occidental y la opresión que sufren las minorías.
Hablar de abuso de poder es difícil, sobretodo porque requiere cuestionar las dinámicas sociales impuestas por el sector dominante, las cuales, hemos estado aprendiendo desde que nacimos. Para generar un cambio, no basta con que las marcas y diseñadores den crédito, también deben respetar la cultura de los pueblos originarios, y propiciar la descolonización del diseño, en donde la inclusividad y las relaciones horizontales son indispensables para revertir el protagonismo occidental y ayudar a reducir la brecha de desigualdad. Por otra parte, ahora que sabemos que la apropiación cultural no se refiere únicamente al plagio, queremos invitar a la comunidad de HILANDO HISTORIAS a hacer introspección sobre sus acciones cotidianas, aunque no sean diseñadores o artistas. Pueden empezar por informarse y valorar el significado detrás de cada una de las técnicas artesanales y tradiciones de los distintos pueblos originarios mexicanos, para así evitar ver las prendas como un simple accesorio, o incluso como un disfraz que solo se utiliza para ciertas festividades. Aún queda un largo camino por recorrer para terminar con estas injusticias sociales, sin embargo, cuestionar y evidenciar estos abusos es una muy buena forma de aportar a la solución.