Fue hace 4 años cuando encontré la danza, o más bien, ella me encontró a mí.
Pasaba por un momento difícil cuando la danza llegó a mi vida. Desde la primaria no había vuelto a tomar ninguna clase de danza folclórica, fue en la universidad cuando nos volvimos a encontrar. Comencé a ensayar con el grupo representativo de la escuela y ahí, por primera vez en mucho tiempo me enfrenté con la decepción y la desesperación.
Yo no sabía nada, me costaba mucho aprender, todos tenían experiencia, talento. Hubo muchos momentos de tristeza, de intentar, intentar, intentar y ante mis ojos no avanzar, muchas veces quise renunciar, la gente a mi alrededor me aconsejaba hacerlo, compañeros de escuela, amigos y mi familia, entiendo porque lo decían. Hoy comprendo que la mejor decisión fue NO haberlos escuchado.
Cada que pensaba en renunciar, algo me detenía, yo sabía que AHÍ pertenecía (Mamá, para esto nací). No sé si eran los colores, la música o la gente a mi alrededor que me inspiraba. Pero cuando algo es para ti TE LLAMA, a veces no puedes explicarlo, pero sabes QUE PERTENECES y tienes que ser lo suficientemente VALIENTE para no dejarlo ir.
¿Cuándo fue la última vez que luchaste por algo?
Nada me hace más feliz que bailar para y por mi país que tanto amo. Transmitirle a la gente la belleza de México a través de la danza, los colores y sones, es de las mejores cosas que he hecho. Lo importante es no perder la inspiración, siempre estuve rodeada de gente apasionada. Una de esas personas fue mi abuelita, siempre activa y decidida, bailó hasta no poder más e hizo sentir orgullosa a toda su familia, tal vez me heredó su amor por la danza, o tal vez todo fue casualidad.
Este texto se lo dedico a todos aquellos que no se rinden, a los amantes de la danza y a mi abuelita.
Deseo que hagas lo que amas, lo que te hace llorar de alegría, que te enchina la piel, y te hace sentir TÚ. ¡Feliz día de la danza!