“Nosotros somos parte de la tierra y la tierra es parte de nosotros. Las flores que aroman en el aire son nuestras hermanas; los desfiladeros, los pastizales húmedos, los animales como el venado y el águila forman un todo único.”
-Texto de un Huichol con una adaptación al escrito de 1854 por el Jefe Piel Roja al entonces presidente de EUA, Franklin Pierce.
Cuenta una de las leyendas de la cultura Wixárika (Huichol) que la vida surgió del mar en Haramaratsié donde vive Tatéi Haramára (Nuestra Madre, el Mar) y en búsqueda de luz los Huicholes caminaron siguiendo a Kayau Mari -un personaje mítico, mitad hombre, mitad venado- hasta llegar a Wirikúta donde nació el Dios del Sol (Tawewiékame) y del Peyote (Hikuri; espíritu de Kayau Mari). De este punto caminaron a Xapawiyémeta, la morada de Takútsi Nakawé (nuestra bisabuela, la mujer más vieja del mundo). Regresaron al centro para llegar a Hauxamanaka (Cerro Gordo) donde Watákame salvó a todas las especies de la tierra durante el diluvio y donde se encuentra “La Balsa de los Dioses”.
Los Wixaritari (Huicholes) son una de las poblaciones indígenas más arraigadas a la Naturaleza, donde el cosmos, toma parte importante para diversos rituales como de cosecha, agradecimiento y salud. Es a través de la conexión con sus hermanos (los dioses) que ha sido posible el mantenimiento de sus áreas naturales.
El interactuar con sus hermanos también los ha dotado de creatividad que es plasmada en su arte y artesanía. Donde escenas de su cosmovisión incluyen principalmente la creación del Universo, al hermano venado y el Hikuri; su guía espiritual.
En su búsqueda por la preservación de la Naturaleza han logrado modificar leyes estatales y nacionales, logrando el reconocimiento de Wirikúta como territorio sagrado de los Huicholes. Establecido así, en el decreto de 1999 por el gobierno de San Luis Potosí y con el cual, tanto el gobierno como los representantes Huicholes recibieron el Premio SACRED GIFT TO THE EARTH que otorgan el World Wildlife Fund y Alliance for Religious Conservation entregado en el año 2000 en Katamandú, Nepal.
A pesar de dicho decreto que protege un área de casi 150,000 hectáreas la lucha para los Huicholes por defender su sitio sagrado de Wirikúta es constante, pues está en peligro de desaparecer debido a las mineras que abarcan 6,326 hectáreas.
Hoy en el día de la Tierra recordamos esta lucha esperando crear consciencia sobre el legado tanto cultural como natural que le pertenece a la Tierra. Respetémosla, cuidémosla y amémosla, sabiendo que somos parte de un todo que conforma el Universo.
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